Indigenas: Su Exterminio Continúa

Por : Gerney Rios Gonzalez
Cuarenta millones de indígenas americanos fueron asesinados, tras ser ultrajados, flagelados, torturados y mutilados, a la llegada del hombre europeo a las tierras vírgenes del Nuevo Mundo, la horrorosa cifra, es conservadora para muchos historiadores del holocausto. Aún las páginas de los crueles relatos están saturadas del humo de las piras y el olor de la carne humana chamuscada.
Las tribus indígenas de América desde el norte hasta la Tierra del Fuego fueron acosadas por los aventureros descubridores. La ambición y la codicia del blanco, arrebataron las riquezas en oro, plata y platino. Sus cosechas arrasadas. Los templos levantados a sus dioses milenarios cayeron frente al empuje de “la civilización”. Las mujeres violadas; los hombres perseguidos y cazados como piezas animales. El “progreso” de la cultura del viejo mundo, se impuso a sangre y fuego.
La cruz y la espada fueron compañeras de la evangelización de los nativos en suelo propio. La religión recién intronizada acabó con los principios culturales de siglos en las tribus ancestrales. Aún resuena la pregunta formulada al Papa en Roma, enviada desde el Nuevo Continente: “¿Los indios tienen alma? “.” ¿Se pueden cazar como animales?”. Veinte siglos después el silencio es la respuesta desde la ciudad eterna. Está fresca en la memoria colombiana y continental la masacre de “La Rubiera”. Allí, desalmados colonos usurpadores de las tierras del Meta, resguardos indígenas legítimos, tendieron la sangrienta a los nativos: Prepararon un banquete con las más apetitosas viandas. Atrajeron a los indígenas “invitados”; hombres, mujeres, niños, ancianos sabios de la tribu, cayeron al estallido de las armas asesinas. La masacre estremeció al mundo civilizado hace apenas unos 15 años.
El abogado defensor de los genocidas alegó peregrinamente que “matar indios no era delito”. Justificó la matanza en la creencia infame que esos seres eran  “animales” haciendo eco al silencio de Roma.
En el “Sueño del Celta” el escritor peruano Mario Vargas Llosa – Premio Nobel de Literatura 2010, recién inscrito entre los grandes novelistas mundiales, denuncia las atrocidades cometidas contra los indígenas amazónicos por los explotadores del caucho y demás riquezas naturales de Colombia y su vecino limítrofe, el Perú. “Desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad  exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza”; dijo el peruano galardonado en su discurso de Estocolmo, ante el Rey Gustavo de Suecia y el jurado calificador del nobel. ¡La conciencia universal se estremeció por segundos!
El exterminio masivo de indígenas es una constante histórica. La violencia llega con el descubrimiento de América. Se prolonga  y se vuelve norma en la Conquista. Como ejemplo valga citar que los perros adiestrados por los guerreros españoles fundadores de ciudades y pueblos, destrozaban a dentelladas a los indefensos aborígenes. La conquista de México está llena de oprobios, horrores y genocidios de crueldad inaudita. Los lideres caciques fueron sometidos al escarnio; las doncellas violadas y mancilladas en su inocente condición humana. Nuestros hermanos indígenas fueron mutilados, marcados como ganado por los ladrones del caucho, el oro y otras riquezas; finalmente asesinados.
Sin embargo, las palabras del peruano Vargas Llosa cambian de rumbo en “El sueño del celta”. A su denuncia, a la invocación solidaria con la raza perseguida, agrega el oprobio. Se recuerda su discurso en Bogotá (2003) en el cual hizo la odiosa comparación del movimiento indígena con agrupaciones terroristas; “basadas en el espíritu de la tribu que parece un anacronismo más bien ridículo y obstaculizan el desarrollo, la civilización y la modernidad”. Sobre tales aseveraciones, el columnista César Rodríguez Garavito en El Espectador comentó: “Así que la “emancipación” de la que habla el escribidor (Vargas Llosa), no es la que decidan los indígenas, sino la única que estima posible: la economía de mercado y la “civilización”. Lo mismo decían los caucheros que cazaban indígenas en el Putumayo”.
Hoy como ayer, las comunidades nativas siguen amenazadas por la economía subterránea. Las pocas existentes en territorio colombiano, se defienden a medias, entre la espada y la pared de los narcotraficantes, el cultivo ilícito de vastas extensiones sembradas de coca y que les pertenecieron a sus tribus, grupos armados al servicio de inescrupulosos empresarios del fabuloso negocio; colonos que les arrebataban tierras, ganados y pertenencias, la minería oficial o clandestina y diversas formas económicas que transportan colonos a las zonas de explotación.
Ejemplo de lo precedente, es la situación por la que atraviesa la comunidad Embera, ubicada en Ituango y Taraza, vocación de los ríos Sanjuanillo y San Agustín, en una extensión de mil kilómetros cuadrados, en el departamento de Antioquia, hoy obligada a salir de su territorio ancestral, en un proceso narco-colonizador que busca reemplazar las siembras de cacao, yuca y plátano por la coca.
Entre los 34 grupos étnicos, según denuncia de la Organización Nacional Indígena Colombiana (ONIC) el 60 por ciento de la población nativa, entre ella el pueblo Huitoto está amenazado y en total desamparo. No ha valido la protección invocada por la Corte Constitucional en 2009 para esos compatriotas. Por todo este atropello, es fácil ver los desplazamientos de familias indígenas a las grandes ciudades. En Bogotá se les ve con hijos famélicos y enfermos, tirados en las calles; en la carrera 7ª, la “calle real” tejen sueños, esperanzas y pequeñas artesanías, labor heredada de sus mayores.
En años anteriores, grupos Embera – Katios, llegaron a la capital, arrojados al desamparo por los contratistas constructores de la grave represa de Urrá, entre Antioquia y Córdoba. Las aguas del complejo hídrico inundaron sus resguardos y cosechas, sin que para ellos existiera la protección oficial a sus antiquísimos derechos de vivir en paz, en el hábitat que por siglos fue su cuna y reproducción humana. Tarde que temprano la naturaleza sabia, cobrará venganza y dará la razón a quienes en el pasado la habitaban y consentían.
Es abundante la legislación universal para proteger a la población nativa. Y de igual es letra muerta, sin ejecución real y legal; se martilla sobre los derechos de las comunidades indígenas pero el aparato oficial no se articula en la aplicación de la ley de protección, amparo y garantía de la tranquilidad de estas gentes, que en el caso colombiano esperan desde siglos justicia. En la constitución nacional (1991) el artículo 7º reconoce la diversidad étnica y cultural de la nación; el artículo 246 fija las jurisdicciones especiales (resguardos) y da a los pueblos indígenas facultades que regulan la vida colectiva, aplican justicia a los suyos, cumpliendo el mandato legal de un Estado de Derecho Social.
Es necesario precisar que “indígenas” son aquellas personas que se reconocen pertenecientes a pueblos y comunidades, formando un grupo especifico, compartiendo su visión del universo, el mundo en que habitan, costumbres, creencias, lenguaje y códigos de relación con sus congéneres.
Un censo nacional adelantado por el Departamento Nacional de Estadística en 2005 deja claro que existe un millón 380 mil personas pertenecientes a comunidades indígenas (3,29%); para ese año la población colombiana alcanzó los 42 millones 90 mil 502 de individuos, uno y otro sexo. El Estado reconoce 90 pueblos distintos, con asentamiento en 27 departamentos y 228 municipios; son 710 Resguardos titulados; las comunidades hablan 68 lenguas o dialectos originarios de 21 familias lingüísticas; en total unos 800 mil nacional-parlantes.
Son muchas las disposiciones oficiales e internacionales escritas con el supuesto de proteger los derechos de los pueblos nativos, ya se dijo. La lista es abundante. Señalemos algunas:
· Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU Res.  217, 10 de diciembre 1948);
· Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
· Pacto  Internacional de Derechos Civiles y Políticos;
· Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
· Convención Derechos del Niño.
· Convención Americana de Derechos Humanos
· Convenio sobre Diversidad Biológica
· Declaración ONU eliminación de todas las formas de discriminación racial (Asamblea General 1963)
· Declaración referente a los Derechos de las personas de minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas (ONU)
· Declaración sobre la raza y prejuicios raciales  (ONU para Educación, Ciencia, y Cultura)
· Convenio sobre pueblos indígenas y tribales.
· Carta de la OEA
· Proyecto de declaración derechos pueblos indígenas (ONU)
· Ley 21, 1991 aprobación convenio OIT Ginebra 1989
· Sentencia Corte Constitucional sobre comunidades indígenas
· Directiva permanente 300-21, mayo 1999, Comando General Fuerzas Militares fijando criterios, normas e instrucciones, comportamientos a poblaciones y resguardos indígenas en todo Colombia.
· Políticas de las Fuerzas Militares en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, directrices gobierno y ministerio de defensa
· Estrategias en Derechos Humanos de las Fuerzas Militares. Circular 2064, que fija las políticas del ministerio de defensa en protección de los DD.HH de las comunidades indígenas
· Derechos de los pueblos indígenas, “oficina en Colombia del alto comisionado de la ONU para Derechos Humanos”
Todos estos instrumentos legales buscan garantizar, reconocer y proteger los derechos indígenas, en el tiempo, “con el fin de perpetuar la diversidad cultural e idiomática, fuente de riqueza del país”.
Los pueblos indígenas que constituyen una minoría en el Estado, “tienen la protección especial que el derecho internacional garantiza a todas las minorías”, contemplado en el Convenio 169 de la OIT, derechos individuales y colectivos.
Entre los derechos de los indígenas figuran los siguientes:
· Que se reconozcan y protejan sus valores, costumbres, tradiciones, instituciones, prácticas sociales y religiosas, jurídicas, culturales y espirituales.
· Consulta previa a la adopción de medidas legislativas y administrativas que los afecte
· A tener propiedad y posesión de tierras tradicionales y conservación de los recursos naturales
· Tener en cuenta aspectos económicos y culturales al momento de aplicar acciones penales
· Acceso al empleo, contratación y trabajos.
· Derecho a la igualdad en educación en todos los niveles y formación profesional de acuerdo al respectivo pueblo indígena. Pese a esta legislación protectora, el exterminio de hace 500 años continua. Los actores del genocidio sin otros, atendiendo al “modernismo de la sociedad de consumo”
Finalmente el Comando General de las Fuerzas Militares de Colombia el 16 de junio de 2003 emitió ordenes que son de estricto cumplimiento según la cual los indígenas están exentos de prestar el servicio militar y de pagar cuota de compensación, además, abstenerse de hacer declaraciones infundadas que puedan exponer la integridad de los miembros de las comunidades.
Los invito a contextualizar la canción El Indio de Gilbert Becaud, interpretada por Raphael de España.
EL  INDIO
Hubo una guerra, y otra guerra hubo
hasta que los blancos se hicieron los amos
cuando se instalaron en la joven tierra
hasta cambiaron el nombre a los hombres, al monte y al llano

el gran jefe indio era aguila negra
pero tras la guerra ya no era nadie
por un george washington murio aguila negra
por franklin roosevelt murio aguila negra
por john fitzgerald kennedy murio aguila negra

y aquel que fuera mi pueblo de yucatapan
hoy es tan solo el centro de new york
y aquel que fuera mi pueblo de yucatapan
hoy es tan solo new york... Satan

tu calla hermano, si calla hermano, ellos ganaron
se ultrajó a nuestras mujeres, nuestros rios se mueren
la tierra ya se quemo
tu calla hermano, si calla hermano, ellos ganaron

pero a mi no me ataron sus cadenas de oro
y sueño que todo, todo lo inventaron
hoy ciudad podrida mi yucatapan
toso entre sus humos como los demas
y en la nueva senda que es el gran broadway
un hacha de guerra en cada esquina hay
y siento que en mis manos se tensa un arco
y hacia el rascacielos mi flecha lanzo
¡atencion!, rossair... ¡flecha va!
Mister rockefeller...
Devolver por fin mi yucatapan

tu calla hermano, si calla hermano, ellos ganaron
se ultrajó a nuestras mujeres y nuestros rios se mueren
la tierra ya se quemo
tu calla hermano, si calla hermano, ellos ganaron

y aqui, esta es la pradera que cruzo mi abuelo
en su blanca yegua que montaba a pelo
hoy esta en times square
que a petroleo huele y a rojo de labios y a droga que hieren
hoy la cruz soy yo, vosotros ni me visteis
porque os enseñaron que un indio no existe
pero somos carne y tierra, de una tierra en paz
que antes de mil guerras fue yucatapan
Por : Gerney Rios Gonzalez

1 comentario:

  1. El abogado Jaime Rafael Pedraza, al cumplir 90 años de edad, publica La Rubiera, la tercera defensa de los genocidas de los indios Cuibas, con base en el proceso que en 1971 y 1972 fue noticia mundial: periódicos de la importancia de The New York Times y L’Europeo de Roma, enviaron a Villavicencio, el lugar del juzgamiento, corresponsales especiales. Los obispos de Colombia en Conferencia Episcopal, condenaron la absolución y por la visita que un corresponsal ruso hizo al defensor y luego a Tirofijo; el defensor fue a parar con sus huesos y los ojos vendados, 10 días a la Escuela de Caballería… Y cuando cinco años después en 1975, anuncio que pensaba publicar la defensa, fue secuestrado, con ánimo intimidatorio, en Bogotá.

    Cuarenta años después, publica su libro con estas afirmaciones categóricas: nada ha cambiado. En el llano, el tiempo y el espacio se anulan. El llano es el mundo del eterno presente: el del color, el del amor, el del dolor.
    http://jaimerafaelpedraza.blogspot.co.uk/

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